Cucarachas, espacios cerrados, grandes multitudes de gente, inyecciones, alturas o aviones, perros o serpientes… multitud de cosas nos pueden generar rechazo, pero ¿qué es algo normal que pueda darnos miedo (pero mantenernos ante ello)? ¿Cuál es el momento en que algo supone una fobia para nosotros sin darnos margen de actuación?
Cuando hablamos de miedo nos referimos a una reacción que es normal ante una situación que genera peligro para la propia supervivencia. Se trata de una reacción, en este caso adaptativa ante un acontecimiento que percibimos como amenazante. Por ejemplo, es normal tener miedo ante la idea de cruzar una calle transitada de vehículos, o sentir miedo ante una operación importante, porque son situaciones en que el peligro que enfrentamos es cierto para cualquier persona.
Hablamos de una reacción emocional que nos permite tener diferentes respuestas (como, por ejemplo, luchar contra ella, huir, evitarla, planificar nuestra respuesta…). Sin embargo, cuando nos encontramos ante una fobia, lo único en que pensamos es en escapar y evitar esa situación concreta cuanto antes, ya que no podemos tolerar el malestar físico, psicológico y emocional que nos supone.
Una fobia, por ello, es un tipo de reacción aprendida ante algo que, a priori, no debería suponernos un problema tan severo, o que para otra persona no significa un inconveniente tan enorme. Cuando hablamos de fobia hablamos de una patología psicológica que nos paraliza, nos impide actuar de otra manera que no sea evitar el estímulo que genera esa fobia, sin poder valorar de forma racional si es tan grave como en nuestra mente se crea.
Pongamos un ejemplo práctico. Se puede tener cierto miedo a volar en avión; podemos tener cierto temor ante la situación, no resultarnos agradable… pero aún así, sopesamos pros y contras y decidimos que podemos afrontar la situación con diferentes herramientas y formas de valorarlo. Una fobia, sin embargo, hace que la simple idea de imaginarnos dentro del avión hace que se nos revuelva todo, sin ni siquiera plantearnos la posibilidad de subir, evitándolo a toda costa.
Existen diferentes componentes que constituyen una respuesta fóbica ante algo:
- La reacción que se tiene es desproporcionada ante la magnitud del peligro real.
- Es algo completamente involuntario, no podemos controlarlo.
- Los objetos a los que se teme no generan la misma respuesta en otras personas.
- La persona es incapaz de tener una actividad normal en presencia de lo que genera la fobia.
- Las consecuencias que se tienen se mantienen a lo largo del tiempo. Incluso imaginándolo, sin tener que exponerse directamente al objeto fóbico.
- La reacción fóbica va acompañada de diferentes manifestaciones físicas o psicológicas: sudoración de manos, náuseas, sensación de no poder controlarlo, ansiedad excesiva…
Es cierto, por otra parte, que existen fobias que son más frecuentes que otras, como pueden ser la fobia a insectos voladores o “saltarines” (por lo incontrolable que nos parecen), fobia a las alturas (por la sensación de peligro), o la fobia a ciertos animales (como perros o pájaros, también en la inmensa mayoría de las situaciones, por experiencias negativas).
Es importante señalar que existe tratamiento, las fobias pueden solucionarse. Se necesita establecer un apropiado plan de tratamiento cognitivo-conductual en el que por una parte podamos “acercarnos” poco a poco al estímulo que se teme, siempre bajo supervisión profesional de un@ psicolog@ expert@, y por otra parte modificar las creencias y la expectativa que generan este tipo de situaciones en las personas que lo sufren. En CogniVita contamos con profesionales especializados, además de equipamiento de altas prestaciones y equipos de Realidad Virtual que apoyan de manera determinante el éxito en este tipo de tratamientos.