La depresión es “la pandemia silenciosa”. El trastorno mental más extendido en la sociedad occidental y una de las mayores causas de discapacidad. Sin embargo, cuando estamos con alguien que está atravesando por este problema, a veces no sabemos bien cómo comportarnos o cómo hablar, como si nos diese miedo poder decir algo inapropiado.
Por ello, lanzamos esta pregunta al aire: ¿Cómo hablar y tratar con una persona que esté atravesado por una depresión?
- No olvidando que es una persona. “Depresión” no es más que una etiqueta diagnóstica que facilita la comunicación entre profesionales y permite nombrar una serie de síntomas que caracterizan un cuadro clínico. Siempre, con independencia de la gravedad o duración, debemos tratar de ver a la persona y tratarla como tal, por encima de su estado de salud.
- Escuchando sin juzgar. Cuando alguien nos cuenta cómo sufre su problemática, qué cosas le preocupan, a qué le tiene miedo… en muchas ocasiones no tenemos que valorar desde nuestra posición la gravedad de lo que nos cuenten. Cuando damos nuestra opinión o juzgamos algo, lo hacemos desde nuestra perspectiva, con nuestros aprendizajes vitales, nuestros propios valores y experiencias… que no tienen por qué coincidir con los de la otra persona.
- Siendo amables. Una de las cosas que caracteriza un estado depresivo es la continua culpabilización por todo lo malo que pueda ocurrir, una visión permanentemente negativa de los acontecimientos, apatía, falta de motivación e iniciativa para hacer ni siquiera las tareas más básicas. Ser amables y comprensivos puede ser el primer paso para que la persona pueda percibir apoyo real.
- Teniendo paciencia. especialmente en los casos de larga duración, puede que al comienzo todo sea preocupación, interés por poder escuchar a la otra persona, un deseo genuino de apoyar y ayudar… pero con el paso del tiempo “nos puede pesar” que la situación se mantenga e incluso pueda agravarse, y lo que antes era interés ahora sea algo más parecido al cansancio.
- “Llamando nosotr@s primero”. El nivel y calidad de apoyo social es algo que puede marcar la diferencia entre diferentes personas con depresión. Un buen círculo social disponible es uno de los mejores factores de protección y predictores del bienestar que cualquiera puede tener. Por ello, tratemos de motivar a esta persona a que realice alguna actividad con nosotr@s, sin esperar a que ”salga de ella” este tipo de acciones.
- No teniendo miedo. Mejor dicho, no reflejando nuestros propios miedos en la conversación. Pongo un ejemplo: hablando con un familiar que lleva tiempo estando “mal”, en algún momento nos dice que “no vale la pena seguir viviendo”. Tenemos 2 opciones: rechazar esa verbalización por nuestro propio miedo a poder pensar así, diciéndole que cómo puede pensar eso, que está loc@… O tenemos la opción de legitimar y aceptar su verbalización, preguntarle que porqué piensa eso, que si es consciente de que eso termina con todo, también con lo poco bueno que pueda ver en estos momentos, dejándole expresar su dolor sin tener que rechazarlo, solo acompañándole… lo cual nos lleva a nuestro último consejo, quizá el más importante.
- Aceptar su propia realidad. Cuando alguien está atravesando por momentos tan difíciles, todos sus razonamientos, sensaciones y pensamientos giran en torno a lo mal que irá todo, a lo inútiles que somos o la culpa (irracional y sobredimensionada) que tenemos sobre todo. A la infravaloración, a no ser capaces de ver nada bueno o positivo. Y esa realidad es la que día tras día, semana tras semana, mes tras mes, producen los síntomas y sesgos que nuestros propios pensamientos nos lanzan de forma automática cuando padecemos este trastorno tan sumamente incapacitante y lesivo para nuestro ser y todo nuestro entorno.
Aceptando, y no rechazando, que alguien a quien apreciamos pueda tener este tipo de “realidad irreal”, puede hacer que seamos de más ayuda que la mejor de las terapias, porque puede suponerle el primer impulso, el más necesario, para poder salir del pozo.