España es un país en el que aún nos cuesta trabajo poder aceptar la psicología como una parte más de lo que entendemos como atención sanitaria básica. Nos resulta complicado valorar que en un momento u otro de nuestra vida quizá podamos necesitar ayuda psicológica ante los diferentes problemas que se nos pueden plantear.
Puede que la falta de profesionales a día de hoy dentro de los recursos básicos de salud pública tenga parte de culpa. La derivación a los recursos de psicología clínica es compleja, ya que no se deriva en cualquier caso. Primeramente, la especialidad que valora el caso es el departamento de psiquiatría y se decide si se deriva a otros recursos, y en la gran mayoría de casos a día de hoy se recurre exclusivamente a diferente medicación para paliar los efectos de la problemática mental, negando así por diferentes motivos acceder a un recurso que convierte a las personas en parte activa de su propio tratamiento. Además de esto, existe una falta manifiesta de suficientes especialistas en psicología clínica dentro del sistema sanitario español.
Sin embargo, y a lo que me quiero referir, es a que en general nos cuesta vernos como pacientes afectados por problemática psicológica o emocional. A veces es como si aceptar este tipo de problemas nos atacase a nosotros en lo personal, a nuestro concepto de nosotros mismos y a nuestra percepción consciente de lo que somos. Es decir, está afectado nuestro “ego”, nuestra autoimagen y autoconcepto.
Dicho de otra forma: si tenemos problemas de otro tipo, como en el estómago, en un brazo, en órganos internos… Son problemas “del cuerpo”. No se percibe de la misma forma que si el problema lo tenemos “en nuestra cabeza”, porque, ¡ay nuestra forma de ser y ay de quien nos diga que algo puede estar mal con nuestra propia esencia, nuestra manera de comportarnos o de pensar o reaccionar a según qué cosas!
Esta imagen quizá idealizada de nosotr@s mism@s, sumado al hecho de que consideramos que “la tristeza ya se irá”, “es un momento malo”, “ya se me pasará”, nos hace muy vulnerables. A veces, no se pasa. A veces, cada vez de forma más visible, los problemas, la sintomatología y la percepción que tenemos de ellos se incrementa. Pero aún “nosotros sabremos qué hacer con lo que nos pasa” “nadie va a decirme cómo tengo que ser o qué hacer”.
Vencer nuestro propio ego, permitir reconocernos como alguien que está mal, que sufre, que tiene problemas consigo mismo o con la dinámica de vida que lleva, es el primer paso para saber reconocer de verdad que algo no funciona. Poder aceptar ayuda y diferentes tratamientos porque nosotros no tenemos todas las soluciones. Además, también es el primer paso para evitar que estos problemas puedan cronificarse y que cada vez nos adaptemos más a estar de esta determinada forma.
No es necesario ni sano tener que “reventar”, que “explotar”, para poder aceptar que no estemos bien. No hace falta llegar al límite para poder solucionar determinados conceptos, formas de pensar o de relacionarnos. La prevención en salud mental es básica para tener una sociedad sana, estable y con herramientas para poder estar de la mejor manera posible dentro del caos que (a veces) nos rodea.